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Cristóbal Ruiz de Villaviciosa, Prior de Valdepeñas, cronista barroco de la Conquista de Quesada


Recientemente y durante un trabajo para una de las clases de la facultad tuve que documentarme sobre alguna bibliografía referente a la situación de la frontera del Reino de Castilla con Granada en el siglo XV. La bibliografía moderna es abundante, trata diversos aspectos y facetas de la situación, pero los libros de una cierta antigüedad que tratan el tema son bastante escasos y quizá (que yo encontrara) se circunscriben a dos o tres buenos títulos. Uno de ellos, es un libro clásico y del que se reditan constantemente nuevos ejemplares. Se trata de "En la frontera de Granada" del profesor giennense D. Juan de Mata Carriazo.
El libro es una recopilación de trabajos del insigen profesor, referentes a éste tema. Abordan el ámbito de lo froterizo desde diversos aspectos, principalmente desde el aspecto de las fuentes escritas y literarias, como con el estudio de las principales crónicas reales y nobiliarias de la época (en lo que Mata Carriazo era un reputado e insigne estudioso).

He de reconocer que el tema de que pudiera aparecer alguna referencia a lo que a partir de 1539 vino en llamarse "Valdepeñas", y que en aquella época debía considerarse como tierra fronteriza y en disputa constante, llamó mi interés de inmediato. Pero nada encontré sobre referencias directas a nuestro enclave. Mi gozo en un pozo. No conseguí encontrar ninguna referencia clara al respecto.

Pero mi sorpresa vino a plantearse al cambiar de ámbito geográico de la frontera y fijé mi atención sobre las diversas crónicas que se escribieron sobre la conquista de algunos enclaves de la provincia y de las repercusiones que ésto tenía sobre las distintas crónicas, tanto cristianas como musulmanas. En el caso especial de Quesada, en la que el profesor Mata Carriazo planteó gran interés, pude encontrar una interesantísima referencia a una crónica escrita en el siglo XVII por un personaje ciertamente desconocido para mi, hasta ese momento, y que aparecía presentado como "prior de Valdepeñas de Jaén". Su autor era el Maestro Cristóbal Ruiz de Villavicosa y Villalta. No había duda, un eclesiástico de Valdepeñas durante el siglo XVII (quizá porque fuera natural de aquella zona) escribió en el siglo XVII una descripción en octavas de la de la Villa de Quesada. Y para más gusto mío, esas octavas aparecían transcritas en la parte en la que hablaba de la conquista en el siglo XV del castillo de Tíscar y de la profanación de la imagen de la Virgen que allí había aparecido milagrosamente . Los versos son en extremo barrocos y de comprensión difícl y oscura.

En uno que los trabajos que el recordado D. Rafael Valdivia Castro dedicó en la Revista "Lugia" a estudiar los distintos párrocos o priores que había pasado por la Iglesia Parroquial de Santiago aparecía claramente el Maestro Cristóbal Ruiz de Villaviciosa y Villata, como "PRIOR" durante bastantes años. Es la primera referencia que he podido tener a mano de ese personaje. El Archivo Parroquial contiene, con toda seguridad, el fruto de su labor pastoral en la Iglesia de Valdepeñas durante tantos años. Facetas cruciales de la historia local, entre las que sobresalen el haber iniciado las obras de la capilla/pila bautismal de la que hoy disfrutamos, además de cientos de intervenciones más sobre los aspectos sociales y religiosos de la villa de Valdepeñas en el siglo XVII.

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Descripción en Octavas de la Villa de Quesada (fragmentos)

Por el Maestro Cristóbal Ruiz de Villaviciosa y Villalta, Prior de Valdepeñas de Jaén
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A Tíscar llega, villa inaccesible,
de peñas y maleza montuosa.
A don Pedro parécele imposible
ganalla, por fuerte y populosa,
de mucha vecindad, gente terrible,
si no es con ayuda milagrosa;
y advirtiendo que el sitio es tran estrecho
reparte el campo para hacer su hecho.
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Detrás de Peña Negra, en la cañada,
dejó parte de gente a punto puesta,
entre encinas y peñas emboscada;
con todala demás subió la cuesta
con caja y bandera apresurada
pasó el puerto y a un lado se recuesta,
y por el puerto Ausín rompió a la izquierda
hasta entrar por el paso de Belerda.
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El Infante don Pedro valeroso,
fue segundo Davida contra gigante,
que con brazo de Dios más valeroso,
el cuello sujetó ás importante.
Grita, anima su ejército famoso,
y con picos barrena en un instante,
haciendo a los soldados un portillo.
Y el enemigo se subió al castillo.
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Donde se hicieron fuertes los que entraron,
aunque todos en lo alto no cupieron,
en el alto peñasco se salvaron,
los de las plantas ligeras ue huyeron;
a los demás los pechos barrenaron,
y el alma pertinaz al centro dieron.
Mahomad Andón, siguiendo sus porfías,
estuvo allí sitiado muchos días.
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Y un día que se vio muy apretado,
que su gente en la defensa afloja,
levanta el fiero brazo arremangado,
y dice en alto voz: -Nadie despoja
auqueste pecho, de valor cargado.
Y del alto castillo el cuerpo arroja,
diciendo: -Tú Mahoma, bien lo sabes,
que a ti solo te entrego aquestas llaves.
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Luego el Infante en todo se apodera,
más todavía por ganar le falta
el atalaya y diez con la bandera.
Inaccesible al pájaro, que salta
como colmillo o gavia de galera,
en forma de pirámide muy alta,
compite con las nubes, de una pieza,
de Pedro Díez por éstas diez cabezas.
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Aquí la bella imagen de María,
consuelo de los muertos y los vivos,
como el aurora clara luz del día,
consolaba en su pena a los captivos,
dándoles tolerancia y alegría,
en su prisión y males excesivos,
en dos mazmorras de cristianos llenas,
que tenía Mahomad con sus cadenas.
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Y aunque en la cueva el agua la arrojaban
los moros ciegos, se volvían al instante
a su propio lugar do la quitaban,
y a su pesar se les ponía delante.
El Alcaide infiel la acuchillaba,
más su castigo tuvo el arrogante,q
ue si desde la peña la ha arrojado
él al infierno fue precipitado.
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Don Pedro y el prelado toledano
diligentes buscaron, un moro anciano,
que desta imagen vio lo portentoso
y con otros quedaba a ser cristiano
desde el risco, dice pavoroso,
sacrílego Mahomad la arrojó insano.
Bajan, ven sus fragmentos, todos lloran;
El prelado los junta y los adoran.
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