Las Colmenas son para el hombre un bien de primera necesidad desde los tiempos más remotos. De ellas extraemos la miel (suproducto más conocido y codiciado) y otros productos fundamentales y básicos (la cera, la jalea o el polen).
En Valdepeñas su existencia debe de remontarse hasta los primeros seres humanos que habitaron en sus sierras y huertas. Nuestro paisaje vegetal es el idóneo para su desarrollo y supervivencia. En él encuentran las más variadas flores donde recolectar el polen y las sustancias que luego les permiten fabricar la miel y los otros productos.
El testimonio escrito más antiguo que tenemos de su existencia habitual y de uso doméstico lo encontramos en Chircales. Allí existían para el abastecimiento de miel y cera de los ermitaños.
Su cera iluminaba la iglesia del Santuario hasta hace pocos años.
En época más reciente, su uso fue tan extendido que en cada casa existían colmenas (diseminadas por el campo o colocadas en los huertos de las casas) y era común que sus moradores concieran a la perfección los complicados modos "sociales" de las abejas.
Un amigo me comentaba ayer mismo la existencia de un ritual bellísimo relacionado con el cortejo entre la abeja reina y los zánganos, pues se desplazaban asombrosas distancias para realizar la cópula y resulta impresionante poder contemplar cómo se desplaza el enjambre entero, acopañando a su abeja reina, hasta las más asombrosas alturas y en los paisajes más idílicos.
Paso a poner algunas imágenes del pasado miércoles, cuando pude comprobar y descubrir personalmente la asombrosa belleza de la apicultura, en pleno corazón de la Sierra de Valdepeñas.

Las Colmenas. Situadas en la espesura de la montaña y rodeadas de flores y espesa vegetación de la Sierra.
Mi tío Juan se ofreció amablemente a enseñármelas en un día de sol (el más propicio para su observación).

Los panales de la colmena. En su interior viven las abejas en completa oscuridad.
En ellos fabrican la miel.
El panal en detalle. Miles de abejas se afanan en el trabajo.
Una colmena joven. La pericia y experiencia de Juan le permiten trabajar quirúgicamente. La sabiduría también ayuda.
Yo mismo, vestido para la ocasión, con la protección para evitar las dolorosas picaduras. En mi caso, salí ileso de picaduas pero cautivado por una cultura para mi desconocida hasta hace poco, la de la abeja.