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Lázaro de San Juan, Ermitaño de Chircales


Chircales es un paraje de gran belleza, natural, histórica y artística. Merece siempre una visita detenida. Contiene muchos detalles que al viajero y visitante se le escapan y volver se hace obligado. Uno de esos detalles es el Santuario del Cristo de Chircales, una devoción "cristológica" muy antigua y muy influyente en la religiosidad popular y oficial desde el siglo XVI hasta hoy mismo.

Chircales y su Santuario son un eremitorio (con todo lo que implica ese término), desde que tras la reconquista el paraje se consolidase como un núcleo "urbano" en el que vivían retirados una serie de varones dedicados a la oración y a la contemplación de la naturaleza. Su periodo de esplendor se da con la fundación y desarrollo posterior de la población "ex-novo" de Valdepeñas de Jaén, cuando de una puntual obra de arte nace toda una devoción y una religiosidad, nacida del ascetismo y de una peculiar forma de ver la fe desde la mente del hombre del barroco.


Hoy quiero fijar la atención en un personaje, un ermitaño de Chircales que vivió en el Santuario durante algún tiempo y que conoció la época de mayor esplendor de eremitorio: el fraile lego de San Francisco, Fray Lázaro de San Juan, que vivió sus últimos días con una fama de santidad, muy destacable, pues el Obispo de Jaén, Don Sáncho de Ávila y Toledo lo visitó y le administró los últimos sacramentos a la hora de morir, reconociendo así, de hecho, su fama de santo varón. Lázaro de San Juan es uno más de la gruesa lista de ermitaños que Serafín Parra Delgado y Félix Martínez Cabrera han descrito es sus dievrsos trabajos sobre Chircales, su Cristo y sus conotaciones hitórico-artísticas. Debió de nacer a medidados del siglo XVI, pues murió siendo maduro, aunque no viejo en 1615. No lo hizo en Chircales sino en la ermita del Zumel, en Jaén. Debió de vivir algunos años en Chircales, junto con el resto de los ermitaños y debió de presenciar el cambio vivido por el eremitorio por esas fechas: la edificación de la nueva fábrica de la ermita, la compra de enseres litúrgicos para el culto, la pintura al fresco de murales en el interior de la ermita, y la definitiva consolidación de la idea ascética del templo, vinculada al camino de la Cruz y el enriquecimiento material en objetos y rentas, fruto del mecenzgo del Patronato privado.

El máximo exponente de ese proyecto artístico y religioso fue el lienzo de Cristo que presidía el presbiterio. Un lienzo poco habitual para un eremitorio pobre, por su calidad y por sus dimesiones. Un cuadro religioso plenamente español (y no italianizante, como se ha dicho), por su estatismo y por la definitiva consolidación que el tema "cristológico" del Calvario tuvo en el arte español con la influencia de Luis de Morales o Gaspar de Becerra. Fray Lázaro de San Juan debió de intervenir en aquellos días como un ermitaño con presencia "accidental" en la ermita, aunque su testimonio histórico esté plenamente identificado como vinculado al eremitorio y la fábrica de Chircales. Su vida de eremita se vio reflejada en el siguiente fragmento que transcribo de la Historia de Valdepeñas de Félix Martínez Cabrera, y extraído a su vez de la Historia de la Fundación del Real Convento de San Francisco de Jaén, a quien fray Lázaro de San Juan pertenecía como fralie lego:
"Nunca tuvo puerta la ermita, su adorno era un crucifijo, una imagen de Nuestra Señora, una corona de espinas, que se ponía los viernes, muchos cilicios diferentes y una pileta de agua bendita. Su cama se componía de unos palos en el suelo, sobre ellos una estera con un pellejuelo, una frezada para abrigarse u ina piedra para cabezera. Todas las noches hacía una diciplina de sangre y luego larga oración"

[Martínez Cabrera, Félix; Historia de Valdepeñas ]

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